Comentaban en cierto debate televisivo que Bale había silenciado las críticas y que ya se movía en los números de Messi con cien minutos menos de juego. Lejos de hacerle un favor, creo que semejante declaración evidencia la pésima temporada de ambos, con estadísticas muy pobres para jugadores que se mueven en la órbita del Balón de Oro. Lo que haga el argentino me importa más bien poco en la medida que el Madrid ya depende prácticamente de sí mismo de aquí al final de campaña, pero sí me preocupa que alguien piense que Bale está de vuelta tras lo visto en cuarenta y cinco minutos en Liga, en casa y contra un equipo que no es un rival directo. Lo mejor de Bale debe llegar en esos minutos que separan a los mediocres de los héroes y por lo que se pagan cifras al alcance de muy pocos: ser determinante en momentos clave. Ese es el baremo que debemos tener con el galés a la hora de valorar si cumple con las expectativas de su fichaje.
Quien sí las cumple es Jesé. Aunque terminase ahora la temporada o no aportara nada más al equipo, quiero insistir en que no ha costado un euro y cobra un millón de euros al año. Dice Ancelotti que hay que ser prudentes con el canario, y aunque coincido en que no se puede amoldar todo un esquema de juego para incluirle, debo discrepar en ese exceso de prudencia del míster. Ahora mismo, con el grado de confianza que tiene en sus posibilidades, con esa fe de que puede con todos y sobre todo, por las ganas de demostrar lo que tiene en su interior, lo que hay que hacer es apostar por él. ¿Qué puede pasar? ¿Que fracase? En ese caso, siempre podrá decir Ancelotti que le dio los medios necesarios, algo que se antoja mucho más barato que cerrar las puertas a un jugador que ya de por sí le esta facilitando la estancia en Madrid al italiano semana tras semana.
Y como no, todas las expectativas son pocas en la sección de baloncesto. Ayer consiguieron el primer título de la temporada de la mano de un técnico que sabe gestionar correctamente los recursos que tiene a su alcance. Hay equipo para ganarlo todo y para colmo parece que acompaña esa chispa de magia necesaria para ganar en las grandes citas. Quedan para la posteridad imágenes como el abrazo de Llull y Her Direktor, o la cara que se les quedó al equip dels valors. Ni el peor arbitraje de Europa va a impedir que sean las últimas que veamos.

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