Realmente este espacio nunca ha contemplado hablar de la Selección Española pero al concluir el partido contra Finlandia varios compañeros no entendían como podía criticar a los actuales campeones del Mundo. Hay quien considera que hablar en contra de la Roja es un acto de alta traición, que esta hornada de jugadores esta por encima de toda crítica y que Vicente del Bosque sufre una persecución por el sector mas extremista del madridismo por sus desplantes al club. Este artículo va dedicado a todos aquellos que consideran que otra Selección es posible.
Étimología. Si quieres que algo exista, comienza dándole un nombre: La Roja. Es un acto inocuo y relativamente trivial. Ahora imagina un eslogan pegadizo al que asociarlo y habrás creado un producto con el que la gran mayoría se quiere identificar y al que misteriosamente asociamos nuevos ideales, sentimientos y sensaciones: "Todos con la Roja". De un plumazo has desterrado el fracaso, los fantasmas y miedos de las generaciones posteriores que una y otra vez fueron eliminados desafortunadamente de Eurocopa y Mundiales. Pero ten cuidado: una sola palabra puede romper toda la magia: España. Y es que "Selección Española" por alguna extraña razón ya no suena tan especial. Aquel que se atreva a usar el mensaje "Todos con España" se arriesga a producir erupciones cutáneas y perder una parte importante de clientes y popularidad. La política, el periodismo y las agresivas campañas de publicidad y marketing que se inyectan a nuestra sociedad han conseguido arrebatar a un país entero su identidad. Es harto dificíl encontrar un anuncio, marca o producto donde exista alguna referencia al concepto España. Y no resulta extraño: hemos padecido una guerra civil, tenemos una de las peores clases políticas del mundo y los efectos de la crisis golpean con firmeza. Pero independientemente de nuestra concepción de la sociedad o afinidades políticas, el deporte debería ser un motivo de unión y una vía de escape a los problemas cotidianos. Este es el primer motivo por el que reniego de la Roja: ha sepultado a la Selección Española. Nos ha arrebatado nuestra identidad.
Equipación. En consonancia con lo anterior, este deterioro es plausible en cada equipación. Si quieren hacer un curioso experimento, pasen unos minutos por Google observando el paso del tiempo en la equipación de la Selección Española. Al igual que el Madrid sufre los efectos del rojo verde o naranja verán como azúl y blanco han sido prácticamente erradicados y el amarillo apenas cubre detalles de la camiseta. No importa si Adidas comete seis o nueve errores en la heráldica o que en un futuro no muy lejano sea posible que nos confundan con Portugal cuando juguemos un Mundial: somos la Roja.
Plantilla. Resulta complicado, pero durante un momento olviden cualquier prejuicio político. Olviden si son de izquierdas o derechas, de arribas o de abajos. En cualquier país, es un orgullo defender la camiseta nacional y a lo largo de la historia hemos asistido a innumerables conflictos entre clubes y federaciones por el custodio de los jugadores. Esto se debe a que todo jugador aprende desde su mas tierna infancia que no existe mayor gloria que alzar la Copa del Mundo. Tanto es así, que en el debate sobre quién ha sido el más grande de todos los tiempos se mira mucho el curriculum. Quizá por ello Messi no podrá nunca arrebatar el título a Maradona o Pelé. Eso sí, existe un nexo común a todos ellos: era un honor jugar por su país. Es importante destacar este punto porque parece que olvidamos que no existe obligación contractual en defender los colores del combinado nacional. Basta con decir no y quedarse en casa en esos días. Como no podía ser de otra manera hasta en esto España es diferente. No nos asombraría lo más mínimo (de hecho alguno ya lo ha hecho) ver a un jugador despreciando el escudo, jugando por mercenarismo o declinando la invitación. Y es que por mucho que le duela a Xavi o Piqué, poseedores de un documento nacional de identidad español, no son campeones del Mundo con la Selección Catalana y difícilmente hubieran podido llegar a serlo. Pero amparados en la libertad de expresión hay que tomar sus declaraciones como respetables y nadie se inmuta cuando ganamos la Eurocopa y varios jugadores saltan al campo con la bandera de su comunidad autónoma, sus hijos o una camiseta de apoyo a familiares o amigos. Diluida la percepción nacional de varios jugadores y su desconexión con el sentir de la masa social, únicamente queda la vergüenza y mirar a otro lado cuando las televisiones de medio mundo se preguntan de donde son las banderas que lucen los jugadores españoles cuando ganan un título. Este quizá sea el pecado más grave de la Roja: sólo parece representarles a ellos.
Filosofía. En 1994, un fallo garrafal de Julio Salinas, el codazo de Tassotti a Luis Enrique y sobre todo el gol de Roberto Baggio, nos mandaba de vuelta a casa en cuartos de final del Mundial de Estados Unidos. Recuerdo volver a casa con la camiseta de la Selección y que un hombre me dijera por la calle que me la podía quitar, que esa camiseta no tenía ningún valor. Era un crío. Han pasado prácticamente veinte años de este suceso y si algo he aprendido sobre fútbol en ese tiempo es que el único ídolo al que se puede adorar es el gol. Gusten de la ideología que gusten, sean amantes de la posesión o del juego vertical, nunca renuncien al gol. Y he aquí como la Selección Española ha confundido el medio con el fin. No se trata de tener un 86% de posesión y maravillar al mundo. Se trata de marcar muchos goles y de bella factura. No importa como sean, la gente quiere goles. Y quiere ganar. Todos nos acordamos de algunos de los mejores goles de la historia pero no recuerdo a nadie hablar maravillas de los pases de Roberto di Matteo. Vive en nuestra retina el gol de Maradona frente a Inglaterra pero no cuanta posesión de balón disfrutaron ambos equipos. Nos acordamos del gol de Iniesta pero de ninguna (o pocas) de las magistrales acciones que realizó en ese encuentro. Por todo ello, no es extraño que los dioses del fútbol castiguen con episodios como el visto ante Finlandia cuando les ofendemos. Los defensores de la Roja siempre alegan que este estilo nos ha llevado a la gloria, pero nunca entran a valorar que hubiera pasado si Robben le gana el mano a mano a Casillas o Croacia le hubiera apretado un poco más a España. Saben que el caudal de juego desplegado es espectacular pero la capacidad goleadora y vertical brilla totalmente por su ausencia. No quiero decir con esto que desprecie el fútbol de control pero queda en agua de borrajas frente al juego que desplegó la canarinha en el Mundial de Corea. Soy un amante del fútbol total y del talento en el área.
Entrenador. Como se pueden imaginar, Vicente del Bosque no es un personaje que goce de mi aprecio. No me inspira ninguna confianza alguien que es capaz de renunciar a la insignia de oro del club de toda su vida por rencores personales y que pierde el trasero cuando el Rey le otorga una corona marquesal. Estos dos detalles sirven para ilustrar perfectamente la figura de Vicente como hombre eminentemente político que únicamente basa su gestión en agradar a futbolistas y medios de comunicación. No le va nada mal así. Por todo ello ello, podrá ser Marqués de Salamanca y recibir todos los halagos posibles de la FIFA pero nunca tendrá mi respeto como entrenador. Por citar algunos, queda lejos de la ideas de Sacchi, Cruyff o Mourinho. Desconocemos cual es su criterio del fútbol. Nunca lo supimos en el Real Madrid debido a la inmensa herencia que recibió de Toshack o Luis Aragones. Saber a qué juega del Bosque prescindiendo del nueve clásico sistemáticamente o cambiando jugadores por otros en el mismo puesto sin variar el esquema es un imposible. Nunca se le ha visto un ápice de imaginación o innovación en sus alineaciones y dudo que hablando con Toni Grande en los momentos complicados veamos algún progreso. A quien le quede alguna duda al respecto sólo tiene que ver como los jugadores españoles a partir del minuto 79 contra Finlandia no tienen ni la más remota idea de qué hacer y el grado de estrés que sufren. Es revelador que no estuviera contemplada esa situación y que los jugadores entendieran las directrices de Vicente como abstractas e inconexas. Si España en el futuro necesita en un momento crítico respuestas las tendrá que buscar en el campo porque de aquí no van a salir.
Prensa. Dejo para el final la guinda del pastel. Resulta soporífera una retransmisión basada en noventa minutos de irrumación al juego de la Selección Española. Les invito a oir un día el audio de cualquier retransmisión con el partido empezado ignorando el resultado. Parece una goleada y un baño en toda regla hasta que ves las imágenes y curiosamente el partido va empate a cero. No existe ninguna crítica como en antaño, por lo que el día que este equipo fracase la terapia se antoja muy dura porque al que critique le espera como a mi una larga penitencia.

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