Veo en las redes sociales a Topor celebrando el pase a semifinales. Dos madridistas muy críticos con la etapa de Don José me recuerdan hoy que, pese a todo, Ancelotti sigue compitiendo y que no entran a cuestionar sus métodos de competición. Otro habla de clasificación "agridulce" y apela a la unidad del madridismo. Al llegar al trabajo, oigo a varios compañeros hablar de Casillas como el salvador del Real Madrid. Puedo seguir narrando ejemplos pero creo que son más que suficientes para hacerse una idea del seny que impera hoy en el ambiente. Me preguntó qué clase de madridismo han conocido muchos para agachar la cabeza, correr a su escondite preferido y esperar tiempos mejores donde la oportunidad les permita volver a sacar pecho. Amargó Ancelotti mi cerveza y aperitivos, destrozó mi ritmo cardiovascular, sufrí las burlas de los antimadridistas y pese a todo debo sonreir porque pasamos a la siguiente ronda: es la cultura de la victoria como discurso y en esta entrada vamos a intentar reflexionar sobre ello.
Lo primero de todo, el contexto. Tres ediciones de la Liga de Campeones disputamos con Don José. En la primera, fuimos eliminados en semifinales por el Barcelona y asistimos a la mejor rueda de prensa que haya dado jamás un entrenador del Real Madrid. Así es, hablamos del pur qué. En la segunda, también semifinales, fuimos eliminados en los penaltis por el Bayern de Munich. Aún permanecen en nuestra retina los penaltis que fallaron Cristiano, Kaká y Ramos en el Santiago Bernabéu. Por último, también en semifinales, derrota ante el Borussia con opciones reales de clasificación hasta el último minuto de partido. Podemos especular sobre los motivos y cúmulo de circunstancias que impidieron alzar alguna de ellas (la segunda debió de ganarse sí o sí) pero lo realmente inapelable es que fuimos total y absolutamente competitivos en cada edición y desde luego en ninguna de ella hicimos el ridículo como anoche. A pesar de que varios jugadores con galones sobre el papel y el terreno de juego se borraron de los momentos clave, una gran parte del madridismo cayó en el discurso de los fanzines y sentenció a Don José por aquellos tropiezos. Olvidamos por completo los despropósitos de Pellegrini y compañia, sacrificamos la realidad de ser un equipo competitivo y apasionado y lo hicimos porque no ganábamos y se dinamitaba la paz institucional. Un desastre. Esta es la razón por la que muchos de nosotros no podemos aceptar hoy que la derrota se justifique en que Illarramendi no diera una a derechas o Di María fallara un penalti: han sido jugadores importantes en este proyecto. Victorias y fracasos por igual, o son atribuidas a los jugadores o lo son al entrenador, pero siempre debe juzgarse el mismo lado de la balanza. Si elegimos culpar en el pasado al técnico, este debe seguir siendo el blanco de nuestras críticas. Y hoy, el máximo responsable de la vergüenza que sufrimos los madridistas, es Carlo Ancelotti.
Enarbolar el discurso de la victoria permite explicar por qué hoy algunos toleran la incompetencia de Ancelotti (sigue vivo dicen los entendidos). También permite explicar el eterno halo a derrota de Wenger o Pelegrini tal como vimos en la entrada "La derrota". Lo que no alcanza a explicar es por qué Don José es hoy un héroe en Inglaterra y sobre todo, y quédense con esto, Jurgen Klopp se lleva el reconocimiento y aplausos del mundo futbolístico tras caer eliminado. Tampoco ha ganado nada y sin embargo, tras dos cruces contra el Real Madrid, es el único al que veo con suficiencia para sentarse en el banquillo del Santiago Bernabéu el año que viene. Sólo puedo encontrar una teoría para explicar todo esto: debe existir algo más que la victoria. Y ese algo es la competitividad. Cae el Borussia aplicando un monumental baño de realidad al Madrid. No sabemos hasta donde llegará Don José con el Chelsea ni Simeone con el Atlético. Lo que sí sabemos es que cualquiera de ellos a día de hoy nos barre de un partido. Poseen este año algo que no tenemos: competitividad. Y por ello siempre he creído que no podemos reducir el fútbol a los resultados. Ganar es vital, seguramente lo más importante de todo, pero de nada sirve si es a costa de hacer el ridículo. Vayan al Bernabeu a ver las copas de Europa. Son el fruto de un equipo ganador, pero también de un equipo competitivo y en ningún caso se han ganado estos trofeos haciendo el ridículo por toda Europa. La división del madridismo no atiende a una guerra a muerte entre piperos y mourinhistas: es un debate de estilo entre los que sólo quieren ganar y los que queremos algo más.
Volviendo al principio, hay que recordar que la semana empieza con Jurgen Klopp tirando el micrófono en la ZDF al ser preguntado si daba la eliminatoria por cerrada. La actitud desde ese momento de Klopp es la antítesis de lo mostrado por Ancelotti en ese mismo periodo de tiempo. No se rindió nunca, peleó el partido, se sobrepuso a las bajas, reclamó el apoyo de la grada, renunció a todo el orden táctico cuando llegaba a su fin y se marchó del estadio ovacionado y con el respeto de toda Europa. Ancelotti, comiendo chicle impasible en la banda, se lleva la eliminatoria. Nada más. Le pudieron endosar una manita histórica. Se dice, y para muchos, no pasa nada. Esa es la grandeza del fútbol. Sospecho que los dioses del fútbol, quieren que el Real Madrid caiga en un cruce contra Don José.
Twitter defendía anoche que los fallos de Illarramendi, Di María y Pepe casi le costaban la eliminatoria al madridismo. Son circunstanciales. Lo que no es de recibo, y desde luego resulta completamente bochornoso, es que Ancelotti no reaccionara tras lo visto en la primera parte. No fue capaz de reconstruir el equipo, recomponerse del baño que le estaban dando y mucho menos de arengar a sus jugadores. Atentos a los cambios: el primero, Illarramendi dando entrada a Isco como interior izquierdo. El segundo, Di María por Casemiro. El tercero, Varane por Benzy. Todos ellos destinados a defender, a minimizar daños. ¿Este es el espectáculo que prometía Ancelotti? ¿Donde ha quedado la herencia competitiva de Don José? ¿De qué han servido los 200 millones en refuerzos? Es imposible ganar habitualmente con un sólo delantero, renunciando a las bandas y sin la referencia ofensiva que aporta un diez clásico. Ha sobrevivido Ancelotti a base de destellos, pero hay noches donde estos desaparecen y sólo queda el mono de trabajo, la táctica y la garra. Todo ello se ha perdido, puesto que parece que al entrenador le dan los nombres pero nadie le comenta cómo ordenarlos. Tenía a Benzema, pero estaba sólo arriba. Tenía a Bale por la derecha, más tarde por la izquierda pero sin sentido o alma alguna. Lo cambiaba a ojos cerrados por Lewandowski o Reus. Jugaba también Isco, pero lejos de su área de influencia y sacrificado a un rol para el que tiene poco o nada que aportar. A Xabi y Modric los teníamos de Makelele. Con la baladronada del trabajo en equipo y el esfuerzo, nos hemos creido que un jugador como Di María, brillante pegado a la cal, puede jugar como Schweinsteiger. Y con el aguacero más salvaje que ha caído en Concha Espina desde el 5-0 en el Camp Nou, nos quedamos hoy con que Topor salvara al equipo. Por el amor de Dios, todo esto es un cúmulo de despropósitos.
En fin amigos, debo claudicar a la realidad y reconocer que pese a todo seguimos con opciones intactas en todas las competiciones. Somos el bollito del bombo, vivimos bajo el yugo de la victoria como discurso y debemos seguir apoyando al equipo mientras haya opciones. La vida sigue contra el Almería, con la final de Copa a la vuelta de la esquina y la Décima como único bálsamo para nuestro dolorido recto. Pobre de ti Carletto, sólo el fin ya justifica tus medios. Puto Mauriño.

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