Ríos de tinta contra Don José a su llegada a Madrid. Empezamos con la tontería de que llegaba insonorizado en sus cascos para esconderse del mundo, continuamos con los reproches de los medios al no contestar en castellano a ninguna pregunta y finalizamos con la tanda de desprecios al partido planteado por el Chelsea en el Calderón. Sin embargo, pocos como él entienden cómo funciona esta competición: 8 semifinales en 11 años. Menos aún tienen la empatía suficiente para gestionar los recursos que dispone. En el momento que pisaba España, vestido con un chándal negro y ataviado con esos enormes auriculares, relajaba la presión sobre sus jugadores de cara al partido. Se convertía en la figura. Y a partir de ahí un show que de retratar a alguien, es a los medios españoles: absurdo que a un tipo que la prensa ha dilapidado y ha acosado a sus hijos en el colegio le pidan el favor de responder en castellano, absurdo que un periodista que cubre una semifinal de Champions sea incapaz de manejar una rueda de prensa en inglés, absurdo que un traductor tenga que ejercer de intérprete. Y de remate, David Luiz afirmando que tienen un plan, pero que si su jefe no quiere hablar de el, él no es nadie para hacerlo. Más allá de lo interpretable sobre la situación Courtois y los halagos a Simeone, salió de allí sin ofrecer un sólo bocado deportivo que llevarse a la boca. Mucha de la tirada de nuestros panfletos favoritos del Mártes iba con Don José en portada. No hay morbo para más.
Sin embargo, lo realmente sorprendente, es que a pesar de que todos y cada uno de nosotros nos imaginábamos el tipo de partido que iba a plantear, el Atlético no fue capaz ni de preparar el partido a conciencia ni de amoldar su esquema de juego. Díganme a dónde iba Simeone con una defensa de cuatro para parar a un equipo que en la primera jugada del partido corre a parapetarse y enviar un balón de 30 metros al peor delantero de la Champions. Como era de esperar, Courtois no tuvo trabajo. Schewarzer tampoco. En estos días verán todo tipo de desprecios al fútbol de Chelsea (cien minutos de pelotazos al autobús, este deporte no se inventó para esto y demás panochadas) y muy poco de la clave del partido, cortesía del propio Mourinho: "El Atlético decía que era el partido de su vida. Pues lo llevamos empatado a Stanford Bridge". Era tan evidente la arenga atlética durante la semana, que la primera solución de Mourinho es llevar el partido a un terreno más favorable. Es tan sencillo que resulta cómico. Y para choteo, la posterior rueda de prensa: "Obviamente quería ganar 5-0 y estar en la final, pero también sabía que era fácil salir de aquí sin perder". Esa muestra de respeto al rival, de reconocerse inferior y adaptar el partido a esa circunstancia es lo que ha hecho de Mourinho un ganador. Cuando ha tenido equipo para ganar, ha salido a jugar y cuando no tiene ni para sacar un empate, se cierra en banda. Nada de apelar a la épica o a los dioses del fútbol: realidad cruda, sin aditivos. Me llevo el partido a mi casa, lejos de tu afición, en un entorno incómodo donde un simple 1-0 me vale. Por supuesto, visualmente no es bonito y es inapelable el atentado a la estética. Pero es efectivo. A Mourinho no le pagan 8 millones de euros por plantarse en el Calderón, bajarse los pantalones y ofrecer en bandeja de plata al equipo local una noche mágica en Champions. Si además consideramos que entre la ida y la vuelta Etoo, Hazard, Ivanovic, Cech, Terry, Mikel o Lampard se van a perder al menos uno de los dos partidos, la pregunta es qué haría usted si fuera Mourinho. Y el debate es qué resultado cree que habría conseguido.
Pasión aparte, la capacidad de adaptación a cada encuentro, reconvertido hoy por los atléticos en el mantra "partido a partido", es la única clave para entender como la panda de amiguetes que tiene el Chelsea se haya plantado en las semifinales de la competición. Obviamente, el partido del Calderón únicamente cubre el 50% del plan y habrá que ver cúal es el discurso en Stanford Bridge. Recuerden que en el 2010 el monumental cattenacio planteado al FC Barcelona en el Camp Nou viene precedido de un baño en toda regla del Inter en San Siro. Es evidente que Don José no tiene una plantilla ni de lejos parecida para competir en esos términos, pero da idea del grado de importancia y seriedad que concede a cada partido. Es una pena que como director deportivo no llegue ni a la suela del zapato de su talla como entrenador.
Ahora bien, lo realmente triste, vergonzoso, lamentable, y en mi humilde opinión motivo de cese inmediato totalmente justificado, es que un equipo que ha gastado 700 millones de euros desde el 2009 en buscar, no ya la victoria, sino la excelencia, el control del partido, el gol, el peligro y el dominio, juegue la primera parte que planteó Ancelotti. Recordemos que este es un club que tiene nueve copas de Europa en sus vitrinas y que no las has conseguido agazapándose en su propio estadio en una semifinal de la Copa de Europa. No hay excusas: Florentino Pérez ha hecho todo lo posible para darle a Ancelotti un equipo que pueda disponer de toda clase de recursos en todas las circunstancias para proponer algo diferente al Chelsea. Los primeros diecinueve minutos son lo peor que se ha visto en Europa del Madrid en décadas. El Bayern de Münich de Heynckes hubiera cerrado la eliminatoria en ese tramo del partido. La cara de los alemanes, y sobre todo de Guardiola, es el puro reflejo de la incredulidad: ni siquiera articuló el Madrid tres pases seguidos en esos veinte minutos. Sólo en ese momento los monguers salieron de sus guaridas para sacar pecho. Y lo más irónico es que el gol llega de un pase de Coentrao, jugador completamente denostado por los gurús deportivos y por el propio club que trágicamente se convierte en pilar fundamental de la zaga en el último tramo de la temporada. Ancelotti le había enseñado la puerta y los dioses del fútbol se divierten a sus anchas. ¿Y el gol? De Benzema, icono del piperismo chic más oportunista que ayer aplaudía hasta desollarse las manos a un jugador completamente incomprendido a lo largo de la temporada. Por fortuna, el tiempo ha puesto a cada uno en su sitio y ha demostrado que el Madrid gana con un gol de dos jugadores que desde aquí llevamos meses diciendo que serían importantes.
Los que enarbolan la victoria como discurso hoy justificaran sus argumentos diciendo que el Madrid gana fiel a su estilo, con Ancelotti brillando en la dirección táctica adelantando líneas en la segunda parte y sobre todo pudiendo haber cerrado la eliminatoria con tanta ocasión fallida. En serio, es un argumento maniqueo y el fútbol en un club de este calibre no puede reducirse al resultado. Hay que exigir excelencia. Es curioso que ese estilo tiene mucho de la imprenta de Mourinho, vapuleado cuando perdía en sus días más tristes y elevado a los altares cuando latigazos como los de anoche ganaba partidos con goles a mansalva. Nadie se plantea tampoco que Ancelotti les pidiera a sus jugadores que adelantaran líneas porque en caso contrario el baño teutón podría haber sido antológico a final del partido. No habrá reseñas a un 24% de posesión en la primera mitad. Sacaremos pecho diciendo que el primer disparo del Bayern llega en el 84' con la primera intervención real de Topor en lo que va de temporada y seguramente nos dejemos llevar por la falsa sensación de que hay un pie en la final. A fin de cuentas, sin al menos un gol en Alemania este gol vale de poco. Anoche la fortuna nos fue favorable siendo compasiva durante esa primera mitad, mala, muy mala, malísima; y el equipo, de menos a más por completo, tuvo en su actitud la mejor de sus virtudes y disputó una segunda mitad a la altura de lo que debió ser el partidos desde el primer minuto. Si el Madrid marca en Alemania, la eliminatoria irá por buen camino. Apelamos a ese toque de suerte necesario para ganar una Copa de Europa y que florece en exclusiva en el culo de tipos como Ancelotti. Ya saben, viene aquí a ganar títulos, muchos títulos y ofrecer espectáculo, mucho espectáculo.
Pasión aparte, la capacidad de adaptación a cada encuentro, reconvertido hoy por los atléticos en el mantra "partido a partido", es la única clave para entender como la panda de amiguetes que tiene el Chelsea se haya plantado en las semifinales de la competición. Obviamente, el partido del Calderón únicamente cubre el 50% del plan y habrá que ver cúal es el discurso en Stanford Bridge. Recuerden que en el 2010 el monumental cattenacio planteado al FC Barcelona en el Camp Nou viene precedido de un baño en toda regla del Inter en San Siro. Es evidente que Don José no tiene una plantilla ni de lejos parecida para competir en esos términos, pero da idea del grado de importancia y seriedad que concede a cada partido. Es una pena que como director deportivo no llegue ni a la suela del zapato de su talla como entrenador.
Ahora bien, lo realmente triste, vergonzoso, lamentable, y en mi humilde opinión motivo de cese inmediato totalmente justificado, es que un equipo que ha gastado 700 millones de euros desde el 2009 en buscar, no ya la victoria, sino la excelencia, el control del partido, el gol, el peligro y el dominio, juegue la primera parte que planteó Ancelotti. Recordemos que este es un club que tiene nueve copas de Europa en sus vitrinas y que no las has conseguido agazapándose en su propio estadio en una semifinal de la Copa de Europa. No hay excusas: Florentino Pérez ha hecho todo lo posible para darle a Ancelotti un equipo que pueda disponer de toda clase de recursos en todas las circunstancias para proponer algo diferente al Chelsea. Los primeros diecinueve minutos son lo peor que se ha visto en Europa del Madrid en décadas. El Bayern de Münich de Heynckes hubiera cerrado la eliminatoria en ese tramo del partido. La cara de los alemanes, y sobre todo de Guardiola, es el puro reflejo de la incredulidad: ni siquiera articuló el Madrid tres pases seguidos en esos veinte minutos. Sólo en ese momento los monguers salieron de sus guaridas para sacar pecho. Y lo más irónico es que el gol llega de un pase de Coentrao, jugador completamente denostado por los gurús deportivos y por el propio club que trágicamente se convierte en pilar fundamental de la zaga en el último tramo de la temporada. Ancelotti le había enseñado la puerta y los dioses del fútbol se divierten a sus anchas. ¿Y el gol? De Benzema, icono del piperismo chic más oportunista que ayer aplaudía hasta desollarse las manos a un jugador completamente incomprendido a lo largo de la temporada. Por fortuna, el tiempo ha puesto a cada uno en su sitio y ha demostrado que el Madrid gana con un gol de dos jugadores que desde aquí llevamos meses diciendo que serían importantes.
Los que enarbolan la victoria como discurso hoy justificaran sus argumentos diciendo que el Madrid gana fiel a su estilo, con Ancelotti brillando en la dirección táctica adelantando líneas en la segunda parte y sobre todo pudiendo haber cerrado la eliminatoria con tanta ocasión fallida. En serio, es un argumento maniqueo y el fútbol en un club de este calibre no puede reducirse al resultado. Hay que exigir excelencia. Es curioso que ese estilo tiene mucho de la imprenta de Mourinho, vapuleado cuando perdía en sus días más tristes y elevado a los altares cuando latigazos como los de anoche ganaba partidos con goles a mansalva. Nadie se plantea tampoco que Ancelotti les pidiera a sus jugadores que adelantaran líneas porque en caso contrario el baño teutón podría haber sido antológico a final del partido. No habrá reseñas a un 24% de posesión en la primera mitad. Sacaremos pecho diciendo que el primer disparo del Bayern llega en el 84' con la primera intervención real de Topor en lo que va de temporada y seguramente nos dejemos llevar por la falsa sensación de que hay un pie en la final. A fin de cuentas, sin al menos un gol en Alemania este gol vale de poco. Anoche la fortuna nos fue favorable siendo compasiva durante esa primera mitad, mala, muy mala, malísima; y el equipo, de menos a más por completo, tuvo en su actitud la mejor de sus virtudes y disputó una segunda mitad a la altura de lo que debió ser el partidos desde el primer minuto. Si el Madrid marca en Alemania, la eliminatoria irá por buen camino. Apelamos a ese toque de suerte necesario para ganar una Copa de Europa y que florece en exclusiva en el culo de tipos como Ancelotti. Ya saben, viene aquí a ganar títulos, muchos títulos y ofrecer espectáculo, mucho espectáculo.

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