Como bien recordaba Natalia Martinez en Twitter, "en el antiguo San Mamés, jamás se guardó un minuto de silencio por ninguna víctima asesinada por ETA". En consecuencia, es imposible que este escenario respete la memoria de Luis Aragonés, madrileño, seleccionador nacional de éxito que puso el nombre de España en boca de todos y por encima de todo, un hombre de carácter. Hoy quiero empezar esta entrada diciendo que es triste y vergonzoso que Carlos Martínez afirmase en los micrófonos de Canal+ que la mayoría del público guardaba respetuosamente silencio. Aquellos que apreciamos la virtud del honor no podemos mirar hoy a otro lado y debemos censurar hoy al señor Martínez (Madrid, 1964), ya que la familia de Luis Aragonés merece que si un estadio mancilla ese momento de respeto, el locutor como mínimo informe de lo que ocurre: una pitada monumental. Puedo entender que el miedo a las represalias, el pánico a salirse del guión establecido en un ambiente claramente hostil y el halo de corrección con el que Canal+ pretende arroparse en cada jornada, impida al señor Martínez tener la catadura moral de grandes periodistas como Luis de Olmo y obrar como exigen las circunstancias. Lo que no puedo entender y desde luego no quiero compartir es que se falte a la verdad y se hable del señorío y saber de ese público. Desde aquí quiero invitar al señor Martínez a reflexionar sobre que hubiera pasado si él hubiera sido el fallecido y Aragonés quien se encontraba tras el micrófono.
Dicho esto, ya he comentado en alguna ocasión el sinsentido de politizar el fútbol, pero por desgracia, jugar en Bilbao no da para mucho más. Aquí no se puede hablar jamás de fútbol porque si bien para el madridismo es un noche desagradable, el Athletic es unos de esos equipos que da por buena la temporada si le amarga un par de noches al Real Madrid. En esas citas renuncian por completo a la escasa calidad y toque que hay en sus botas para apostar por su auténtica versión de mamporreros. Para colmo, insultos, patadas, agarrones y cualquier otra artimaña son jaleadas ocasionalmente por la narración del partido como "espectáculo de intensidad". Sumen a la causa a un árbitro como Ayza Gámez que propicie el show y entenderán como cuando Gurpegui montó semejante numerito circense, todos supimos que se había terminado el partido: roja para Cristiano, amarilla al tonto útil de Iturraspe y aplausos para un tipo que cuando se retire nadie recordara salvo por sus dotes como leñador. Vomitivo.
En el plano deportivo, y una vez exiliado Mourinho, lo que tengo muy claro es que no sabemos amoldarnos a este tipo de encuentros y lo visto anoche fue un claro ejemplo de lo que veremos en Liga y Copa contra el Atlético de Madrid. Atrás digamos que Diego López cumplió con su rol, Carvajal y Marcelo no llegaron a pisar el campo del Athletic durante todo el partido y Pepe tuvo bastante con tapar las carencias de otra noche para el olvido de Canelita, que se postula para una renovación millonaria con dos claras asistencias en plena frontal del área. Del centro del campo sólo puedo decir que me acordé de Khedira. Era un partido claramente para el alemán donde Alonso y Di María no pueden competir con el trabajo de marrullería e intendencia de los locales. Sólo Modric cumplió con lo esperado y sumando todo se antoja muy poca aportación de la medular como para ganar. Y en la delantera, suspenso generalizado. Benzema, muy blandito, demostró una vez más que nunca tendrá carácter en las grandes citas, Cristiano fue completamente anulado y Jesé apenas rascó bola. De haber jugado Bale estoy convencido que ni siquiera hubiera tocado balón y si el único recambio es Morata, parece lógico pensar que fue una mala operación vender al Pipa. El miércoles veremos si hemos aprendido la lección, pero la exigencia física y mental no es el fuerte de Ancelotti. Veremos si el Bernabéu puede aportar el ambiente necesario.

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