lunes, 5 de mayo de 2014

Víctimas de la pacificación


Decía Ancelotti en la previa que alguno empezaba a darse cuenta que podía ser un gran entrenador. No se lo cree ni él. La flor en el recto te puede llevar a una final de la Champions con una plantilla adecuada. De hecho, cualquiera de nosotros actuando como entrenadores llevaríamos a este equipo como mínimo a octavos. Pero la flor tarde o temprano se marchita y empieza por hacerlo en aquellas competiciones donde por encima de todo hay que ser regular más allá de buenas palabras y maniobras que al fin al cabo son pura política. Y Ancelotti, otro abonado al club del Márques de Salamanca, muestra serias deficiencias a la hora de gestionar el grupo. No había otra explicación para dejar escapar una Liga que tenía ganada en los enfrentamientos contra Barcelona y Atlético y mucho menos para el esperpento visto contra el Valencia: varias jornadas esperando el pinchazo atlético para entregar la Liga en 45 minutos. Que pena.

No se dejen engañar por el tópico. Los jugadores son los que saltan al campo, pero es tarea del entrenador acordarse de sus familiares directos si ven que están haciendo el canelo en el campo. Y la cruda realidad es que durante la primera mitad Ancelotti no salió en ningún momento de la caseta para recriminar la patética y lamentable imagen que estaban dando sus jugadores. No se le vio pisar el césped hasta el 51, ya bastante mosqueado por cierto. Y en ese momento el Madrid andaba por el campo con una sensación de superioridad absurda, especulando con el marcador y seguros de ganar en algún momento con una propuesta futbolística paupérrima. Una vez más, y ya son demasiadas, se dejaron la actitud en el vestuario y acabaron colgando balones a la desesperada en el minuto 94. Y esto no ocurría en Mestalla, ocurría en el Bernabéu. El socio se dió un atracón de pipas letal. Me resulta total y absolutamente deleznable tirar la Liga de semejante manera. Y de eso única y exclusivamente tiene la culpa Carlo Ancelotti: tiene la culpa de no motivar al equipo para morder desde el primer minuto, de creerse un buen entrenador, de creer que ya ha ganado tres competiciones, de equivocarse por completo en la alineación, de no mejorar nada con los dos últimos cambios y de hacer el ridículo contra un equipo al que sacaba la friolera de 37 puntos. Espero que haya tomado nota de cara a la final europea. La lección ha supuesto perder la Liga. Que le corten la cabeza.

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