miércoles, 18 de septiembre de 2013

Karma


Debe ser descorazonador esperar 237 días a que tu entorno articule un complot con el que volver a la portería y que en diez escasos minutos otro de los implicados en la trama te mande de vuelta al banquillo. El mundo debe moverse a cámara lenta en el instante en que miras al cielo y caes en la cuenta de que los dioses del fútbol te han despojado del hábito de Santo, que en ese momento media España se pitorrea a tu costa y que tu sustituto, en frío, se luce con otro paradón de escándalo. Lo trágico del momento se escenifica cuando Casillas decide parar el partido y requerir asistencia médica. Sabe que no podrá seguir adelante, que si recibe un gol por no haber pedido el cambio a tiempo será una decisión que le convierta en cadáver deportivo y pese a todo se la juega para finalmente abandonar el campo. No es fácil comprender como un tipo con semejante hoja de servicios puede dar tanta pena y estoy plenamente que en algún momento futuro, cuando toda esta polémica haya tocado a su fin, entienda que las malas compañías, decisiones y silencios que ha guardado han dilapidado su carrera. Esta vez no encontrará paz y sosiego cuando llame a Javier y Gerardo para recibir sus muestras de apoyo y limar las asperezas que Bankia pueda haber causado en Cataluña. 

Por todo ello, y a pesar de haber disfrutado brevemente del momento, el honor, la tradición y el señorio inherente a todo madridista que se precie de serlo debe impedir hacer leña del árbol caido. El caso topo no deja de ser una página lamentable en la historia del club y nos hace objeto de polémicas extradeportivas que es imperativo atajar en seco. Y para que quede claro, el culpable de esta situación es Ancelotti, un tipo que se ha escondido tras el despropósito de rotar la portería para disimular su cobardía al sucumbir a la presión y sentar a Diego López. Ya recordé hace poco que Roma no pagaba a traidores, pero tampoco tuvo nunca en sus filas a cobardes. Y por ambas faltas al honor a quien no se la perdono es a Pepe. En La Divina Comedia, Dante reserva el círculo más bajo del Infierno para los traidores a sus valedores. Ver al portugués consolando a Casillas cuando se retira del campo es una absoluta falta de decencia a los mourinhistas que le defendimos a capa y espada cuando pateaba a Casquero y Messi. Más aún cuando al final del partido se relaja por completo permitiendo un gol que irrita con razón a Diego López. Ese gol computa en la batalla de la portería y empaña otra gran noche del gallego. Ha sido habitual ver grandes actuaciones de Ramos y Pepe con Casillas bajo palos pero empieza a resultar alarmante su rendimiento cuando juega Diego y es absurda la rotación constante en los laterales buscando seguridad. Por cierto, hoy los Tattaglia guardan silencio ante el impecable trabajo defensivo de Arbeloa y el más que discreto partido de Carvajal.

En cualquier caso, la cortina de humo generada por la situación Casillas y la engañosa goleada enmascaran el hecho de que este equipo no juega absolutamente a nada y flirtea en exceso con la derrota. No quiere el balón a largo plazo y no tiene el mismo talento que el anterior proyecto deportivo para jugar en largo o explotando espacios. Los experimentos de Ancelotti impiden encontrar un destructor que equilibre el balance defensivo: Khedira no dio pie con bola, Casemiro ha desaparecido del once a pesar de su buena pretemporada, Alonso sigue lesionado e Illarramendi, de momento, resulta trivial. Con tanto caos gratuito nadie es capaz de hacer un trabajo semejante al del Felipe Melo anoche o al que ejerció el Villarreal el Sábado, y el el equipo obviamente se resiente. El Madrid salió vivo de los primeros minutos gracias a otro destello individual y a la monumental pegada que aplico al Galatasaray cuando quedó sin gasolina. Pero hasta ese momento sufrió demasiado y pudo encajar fácilmente un par de tantos. Anoche acompañó la fortuna pero con semejante plantilla es incomprensible la desaparición del talento en el juego colectivo. No sirve de la nada la definitiva eclosión de Modric como figura si el balón no pasa por sus pies. Presa de la ansiedad y de las prisas el equipo renuncia a mover tranquilamente el balón y que los jugadores interconecten entre sí. Por ello, Isco retrasa su posición más de lo deseable para entrar en contacto con el balón, Di María corretea por todo el campo para hacer de todo en uno, Cristiano se pierde fuera de su zona de influencia y Benzema (que pese a indolente tiene talento para meter ese balón) se mueve en posiciones irrelevantes para el juego ofensivo. Son demasiados aspectos descuidados por el cuerpo técnico y que algunos justifican diciendo que sólo llevamos cinco partidos oficiales. Claro que son los mismos que dicen que en los campos de Turquía sólo viven exhaltados para justificar que nuestro estadio sea una tumba. Así nos va.

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