jueves, 26 de septiembre de 2013

Cuestión de confianza


Me preguntaron en la anterior entrada por mi silencio en lo que a Angel Di María se refiere tras su buen arranque de temporada. Que quieren que les diga, me produce una fuerte sensación de recelo. ¿Quien es el verdadero fideo, el jugador eléctrico, trabajador e implicado de su primer año o aquel con claras muestras de apatía y desterrado al ostracismo tras su renovación hasta 2018? Determinar por qué en dos años un jugador pasa de ser indiscutible a una pieza más de la plantilla cuando goza del favor del público y de la confianza del entrenador es un asunto complejo y que esporádicamente acontece en las mejores familias. Como buen mourinhista, no olvido que el argentino fue uno de esos jugadores que en los momentos clave de la temporada dieron un paso atrás. Que ahora vea amenazado su futuro en esta plantilla por llegada de Bale y reaccione en consecuencia me parece la reacción correcta de todo profesional. Digo correcta, porque la de Özil obviamente no invita a mayores halagos. Por todo ello, solo podré redimir a Di María cuando le vea cuajando grandes actuaciones en los momentos críticos. Y por desgracia en ese instante únicamente habrá conmutado su pena.

Quien visto lo de anoche tampoco me produce ninguna sensación de confianza, es Carlo Ancelotti. Que a los mourinhistas de bien no nos resultaba un fichaje acertado la llegada de un político era evidente, pero estoy convencido que el piperismo chic que le tenía como el pacificador que iba a devolver la paz institucional, la titularidad al topo y recuperar ese futbol exquisito que gusta en Concha Espina desde la eclosión del tiki taka culé, tampoco esta hoy para muchas bromas. Seamos claros: lo visto en Elche es un esperpento, una historia de terror que creíamos olvidada y que por mucho que le repatee los higadillos a más de uno no veíamos ni por asomo con Don José Mourinho. Tres paradas de Diego López en los primeros quince minutos contra un recién ascendido avisaban de qué la cena iba a resultar indigesta. Y tanto: hay que remontarse más de tres años para ver al Real Madrid hacer el ridículo de semejante manera, defendiendo un 0-1 al Elche desde el minuto 60, amarrategui, cobarde y con una clamorosa falta de ideas en el campo. La sombra de Özil es alargada. Ahora vendrán los expertos del fútbol moderno con la cantinela de que este equipo esta en construcción. Es un argumento débil, de pusilánimes e insostenible para el mejor club de la historia. Esto es el Real Madrid y debemos exigirle todo: el fútbol de ataque, la velocidad, el talento, el gol y la victoria. Y si el partido no acompaña, como mínimo ha de verse en las caras de los jugadores el esfuerzo, la entrega y la determinación y olvidar tanta payasada con la dichosa construcción. En construcción, ¿ a dónde? ¿ a la mediocridad? ¿ al absurdo? ¿ a que juega Ancelotti con un equipo de 200 millones defendiendo un resultado salvado por una genialidad de Cristiano? El cambio de Carvajal, al más puro estilo del amarrateguismo y del catenaccio, junto a la pérdida de tiempo en el minuto 85 sacando al campo a Morata es el resumen del cangelo que tiene en el cuerpo y que le lleva a pedir la hora contra el Elche, equipo al que desde aquí aplaudo por su profesionalidad, por dejar en evidencia a todos aquellos que le regalan los partidos al Barcelona y por luchar sin descanso. Jugando así serán merecido equipo de primera y le sacarán los colores a más de uno.

Tampoco inspira confianza Muñiz Fernández. Ya el año pasado hicimos un amplio seguimiento al villarato y la actuación de este fulano ha dejado todo lo escrito al respecto como papel higiénico. Señores, a Ramos le tenía que haber mandado a la ducha en la primera parte sin ningún tipo de miramientos y no hubiera pasado nada. Le viene bien por descerebrado, como cura de humildad para un jugador que se cree que juega al nivel de Baresi y que desde que no tiene un técnico que trate sus lagunas tácticas es un auténtico insensato y un coladero con todas las letras. Y del penalti de Pepe qué decir. Es un deshonor que un jugador del Real Madrid reclame esa jugada, en ese minuto, tras el bochorno visto durante el encuentro y que todos sus compañeros callen como pícaros. Un hombre de honor ni siquiera mira al árbitro buscando su complicidad. A mi me produce náuseas ver a este atajo de vedettes y la vuelta al mamoneo y al cipoteo clásico que se intuye con el capitán llamando a Piqué para limar asperezas por la baja calidad de la película de humor vista en Canal +.

Quiero terminar con una reflexión. ¿Qué hubiera pasado si el resultado final es un empate y el sábado en un hipotético escenario se pierden tres puntos en el derbi? ¿Se acuerdan que pasa cuando un entrenador en Octubre ha perdido a estas alturas de la competición 7 puntos? Pues permanezcan en sintonía porque el Sábado lo que hay en juego es confianza pura y dura. Mientras tanto, segundo aviso, Carlo.

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