Que alguien me explique de que sirve la meritoria jugada de la dirección deportiva con el Napoles si ahora nos prestamos al chantaje de Daniel Levy por Bale. Y lo peor no es el plano material, sino la imagen que deja Floper en esta negociación, empeñado en el fichaje del galés a cualquier precio para maquillar un proyecto deportivo que antes de empezar arroja serias dudas en numerosos frentes. Por un lado, lo mejor visto del equipo en esta pretemporada no es obra ni mucho menos de Angelote y Zidane: la velocidad del equipo, la omnipresencia de Cristiano, el trabajo colectivo y esas esperanzas pasajeras en su juego que ofrecen Benzema, Di María u Özil ya lo veíamos con Mourinho. También es importante recalcar que el Real Madrid parece dejar de lado su histórica apuesta de fichar a estrellas consagradas para apostar por promesas, talentosas y prometedoras, pero promesas al fin y al cabo. Ya no se paga por realidades, se paga por incertidumbres. Isco e Illarramendi se han fichado a un precio desorbitado considerando los precios que deambulan por el mercado estival (en el caso de este último hay que añadir la tomadura de pelo asociada al pago innecesario de los 6.759.000 millones por IVA a la tesorería del país vasco). Y por debajo de ellos, nos presentan un batallón de gregarios formado por Jesé, Morata, Casemiro, Nacho, Cherysev y compañía. Con esa columna vertebral, el Castilla no es ni mucho menos equipo de Champions pero alguien parece empeñado en demostrar al mundo que la cantera esconde cuatro o cinco balones de oro que escuden a Ronaldo, auténtica asignatura pendiente de Florentino y cuyo intento de renovación deja en el ambiente un penetrante aroma a quemado.
Evidentemente, los más avispados del lugar se habrán dado cuenta que a este flashback al modelo de Zidanes y Pavones al que nos dirige her direktor, y cuyos nocivos resultados parece haber olvidado ya, le falta la pieza más importante: la mega estrella. Y ese parece ser Bale. Es el mejor jugador de la Premier y una apuesta bastante más cerebral que Neymar (al menos lo pensará Maicon tras esa eliminatoria de Champions entre Tottenham e Inter donde le dejó completamente tirado), de un valor real en algún punto entre lo que debió ser Kaká y lo que es Cristiano, pero que a fin de cuentas es otra cortina de humo orquestada por el señor Pérez para maquillar su gestión. No nos engañemos: lo que se juega Florentino con ese fichaje trasciende el plano económico, completamente absurdo e irreverente a estas alturas, para hablar de la imagen de un hombre que ha perdido por completo su sello personal. Debió cerrarlo en su momento en 60 millones, plantarse en 80 y negarse al chantaje del señor Levy para demostrar auténtico señorio antes de consentir pagar una cifra que más allá de toda catadura moral corrompe los valores del madridismo clásico y evidencia ansiedad, inseguridad y la sombra del fracaso pendiente de su cabeza. Si este año, con este despliegue no se consigue la Décima, Florentino Pérez, falto hace tiempo ya de crédito, no debería seguir al frente de un barco que habrá navegado a izquierdas y derechas sin ningún tipo de satisfacción para el socio. Y no tengo buenas vibraciones al respecto, ya que como recordaba el impagable Juanma Rodríguez en su blog, en las últimas tres ligas, con José Mourinho sentado en el banquillo, el Real Madrid sumó la friolera de 277 puntos y eso le valió únicamente para ganar un campeonato, uno, en el que además se vio obligado a batir el récord histórico de puntos y goles. Juzgue cada uno si con lo anteriormente escrito va a ser suficiente. Veremos si con Bale se aclara el panorama.

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