Decía Betrand Russell que 'la historia del mundo es la suma de aquello que habría sido evitable'. No puedo esta más de acuerdo con esa reflexión. Padre de 43 años, la siguiente víctima de la violencia en los terrenos de juego. La cuestión es que cuando uno recorre 700 kilómetros para zurrarse a las 9 de la mañana dejando atrás familia, civismo y condición humana, no se convierte en víctima de la violencia en el fútbol sino en víctima de su propio destino. En esta ocasión no hablamos de un inocente que pasaba por allí y se encontró con la muerte por error: tenía elección. La elección de ser un aficionado más, una persona normal y corriente que acude a defender los colores de su equipo. Y esto es lo que resulta dramático: perder la vida gratuitamente en mitad de una batalla campal digna del remake de Apocalypse Now o Platoon.
Lo que pinta el fútbol en esta historia es algo anecdótico. Criminalizar a una afición o al club por el comportamiento individual de unos pocos me resulta demasiado extremo. Me parece mucho peor la imagen que dejan LFP y FEF en la gestión del partido. Que nadie tuviera la cordura de gestionar debidamente la suspensión del encuentro sólo es comparable a que Miguel Ángel Gil Marín, en calidad de Consejero Delegado del Atlético de Madrid afirme que no tiene la capacidad ejecutiva de disolver una peña. La pregunta es si tampoco tiene la postestad de permitir la entrada al campo de individuos que semana a semana ocupan las mismas localidades y que pueden ser perfectamente identificadas por los cuerpos de seguridad del estado. No creo que exista ninguna circunstancia en el Atlético de Madrid (o cualquier otro club) que le impida seguir la senda de Laporta o Florentino Pérez y expulsar a los que no sean capaces de comportarse debidamente. Pero lo cierto es que pasan los años y cíclicamente nos vemos salpicados por estas historias que lo único que consiguen en sembrar el terror y preguntarnos por la relación vinculante entre clubs y sus grupos radicales. ¿Cuanta gente debe seguir muriendo para que asistir a un partido de fútbol sea tan seguro como ir al cine al teatro?
Dentro de lo terrible, y mientras los aficionados del Deportivo desplazados al Calderón criminalizaban a todos al grito de 'Asesinos, Asesinos', es de agradecer la figura de ese aficionado que impone cordura entre las hinchadas e intercambia su bufanda con el rival y consigue hermanar a las aficiones. ¿Qué diferencia a este hombre de Francisco José Romero Taboada?

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